Dotar de inteligencia a un edificio no solo trata de comodidad y estatus, sino que representa un avance importante en el cuidado ambiental y la reducción de la huella de carbono que deja tu inmueble en el planeta.
La totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos a la atmósfera directa o indirectamente por cualquier actividad, incluidas las que suceden dentro de un inmueble, son conocidos como Huella de Carbono; por ejemplo: vapor de agua, dióxido de carbono, metano, ozono, entre otros. Es decir, este indicador nos habla de la marca que estamos dejando en el ambiente.
Uno de los principales beneficios de contar con una construcción inteligente, es que reducen la huella de carbono típica de los edificios de oficinas, con todos sus sistemas orientados al consumo energético óptimo; considerados edificios extremadamente respetuosos con el ambiente.
Actualmente las cifras indican que el 42% de la energía mundial es consumida en edificios, y de ello, entre el 54% y el 71% es utilizado para sistemas de climatización e iluminación. Adicional a ello, entre un 20% y un 30% del costo de operación y mantenimiento, proviene del consumo energético.
Las cifras varían de acuerdo al número de automatizaciones o sistemas conectados a IoT (Internet de las cosas), pero se considera que el consumo de energía en un edificio inteligente puede alcanzar hasta el 35% de reducción, además de satisfacer de forma controlada las diferentes demandas en seguridad, eficiencia, confort, mantenimiento y operaciones, incluso de forma remota.
Por supuesto, es de vital importancia que los sistemas estén integrados de forma eficiente para que pueda proveer mayores beneficios, además de tener una correcta gestión y actualización de los mismos.
En España, por ejemplo, desde la entrada en vigor del Real Decreto 235/2013, todos los edificios (que ya existen o que se encuentran en construcción), están obligados a con una certificación energética, misma que verifica la eficiencia de las instalaciones y otorga una puntuación de acuerdo a los sistemas instalados. Por ejemplo, la certificación A (la más elevada) aplican sistemas inteligentes de monitorización, control y automatización que gestionan eficientemente la energía.
Poco a poco, en todo el mundo llegarán a aplicarse medidas para el cuidado ambiental, forzando a todos los inmuebles a automatizar mayormente sus sistemas a favor del mayor rendimiento y menor impacto.